Por: Maria Luisa Martínez Cardona- Embajadora MLAL
Quién iba a pensar que las redes sociales pasarían a tener más efectividad -al
menos en la mayoría de los casos- que las entidades nacionales e incluso las personas designadas para escuchar las denuncias de acoso y abuso que hacen parte de la cotidianidad del país. Soy fiel creyente de que toda afirmación, punto de vista, y en este caso, denuncia, debe pasar por tela de juicio; debo acercarme a las perspectivas para entender el todo. El crecimiento de denuncias por abuso y acoso realizadas a través de las redes sociales, no son la excepción. Considero que toda denuncia debe partir del precepto de “yo te creo”, porque se necesita mucha valentía para denunciar, así sea el mínimo caso de acoso, en una sociedad que nos tilda antes de víctimas, como victimarias de las problemáticas en torno a la mujer. Existen casos de denuncias falsas, toda regla tiene una excepción y este tipo de denuncias se ajustan a la perfección a este dicho tan conocido. Pero ¿qué quieren que hagamos?, cuando una denuncia es real, como lo son la mayoría, parece que se ahogara en medio del mar de prejuicios que, como anteriormente mencioné, existen en torno al acoso y abuso hacia la mujer.
Hace unos días leía en redes las denuncias de varias mujeres en atlántico; en menos de una semana, 6 casos entre acoso y abuso sexual. Únicamente 6 conocidos, pero ¿y los demás? ¿qué pasa con aquellas que callan? Uno de los que más me impactó, fue el de una joven que logró tomar una foto de la placa de su acosador, la respuesta de la mayoría: la foto está borrosa y así no sirve. La respuesta de las autoridades: no le pasó nada. En casos así, ¿qué esperaban que pasara? Asumo que, en el peor de los casos, de tantos casos, un feminicidio, ante lo cual se lavarían las manos diciendo: “¿por qué no denunció?”. Porque era un desconocido, porque los acosadores y abusadores sean o no cercanos a sus víctimas, se jactan ante la impunidad de sus actos, del “lo hice y qué” ante la indolencia de las entidades que deberían garantizar seguridad y protección a la vida de todos los seres humanos, independientemente de su género. ¡Ah!, pero recordemos que en nuestro país sólo es relevante una mujer: la Virgen de Chiquinquirá. Las demás, no importan.
Otro día, en otra red social, veo denuncias de varias mujeres en Cali, con fotografías y
denuncias formales (es decir, ante las entidades correspondientes) de un vehículo que por varios días ha acosado mujeres en la ciudad. La respuesta de un medio local: es una estrategia de marketing. Me pregunto, ¿quién está detrás de este titular? Imagino que alguien tan ajeno a la realidad de este país, a la realidad de lo que es ser mujer en Colombia, y que considera que el temor, no sólo de lo que pueda suceder sino la indiferencia ante ese suceso -llámese acoso, violación, muerte- es una estrategia de publicidad. El último caso sobre el que leí, el de una mujer en Bogotá que graba a su acosador en un bus; lo más indignante del asunto es ver cómo las personas lo defienden, le dicen a la mujer que no lo golpee y que lo deje bajar.
Repito, una y mil veces más, ¿qué quieren que hagamos?
Sé que pensarán “no se puede creer todo lo que hay en redes”. Sí, soy perfectamente
consciente de ello; pero, cuando son tantos casos, tantos hechos puntuales y en tantos lugares, es imposible hacer la vista gorda e ignorar, como lo hacen las entidades, como lo hacen las mayoría de las personas, las voces de las mujeres que en su mayoría, al saber que habitamos en el país de la injustica, encuentran en un simple “te creo”, “me ha pasado” o un “lo siento” el empujo de aliento y de empatía para saber que no están solas, que son escuchadas a pesar de vivir en un país en el que a ojos de la mayoría, somos culpables de lo que nos pasa. Si callamos está mal, si denunciamos no nos creen, si…si…si…, tantas condiciones para una única petición: justicia.
Ante esto sólo puedo decir: ¿qué quieren que hagamos?
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